Buenos días. Tras el parón de vacaciones aquí os traigo el primer post de
la temporada, y lo hacemos con un tema controvertido.
¿A alguien le sorprende si digo que un porcentaje alto de la población es
una yonki del azúcar?
Ya desde bien pequeños nos acostumbran a un sabor hiperdulce en todos los alimentos.
Cuando crecemos, tenemos uso de razón y podemos tomar nuestras propias
decisiones, vemos que los profesionales de la salud nos dicen que el azúcar es
perjudicial para la salud (no sin razón la OMS bajó al 5% la cantidad de
ingesta al día), y entonces ¿qué es lo que hacemos? Buscar sustitutos del azúcar… es decir
edulcorantes.
Como premisa parece aceptable, los edulcorantes al no ser metabolizados
por nuestro organismo pasan directamente al sistema renal y son excretados con
la orina. De esta manera, evitamos las calorías de más que nos aporta el
azúcar y por tanto los problemas asociados como el sobrepeso u obesidad y sus
enfermedades asociadas.
Evidentemente los edulcorantes no surgieron de la nada y se hicieron
numerosos estudios para determinar una cantidad de ingesta no peligrosa para nuestra salud.
Hasta ahí bien. Sin embargo, con toda la cantidad de alimentos procesados que
tomamos hoy en día, en los que para evitar el azúcar las industrias han
decidido por una parte enmascararlo bajo otros nombres y por otra, sustituirlos
por edulcorantes, ¿estamos seguros que no estamos pasando esa cantidad
“segura” que estimaron los estudios? Yo diría que no. Si nos paramos
a pensar, tomamos
edulcorantes a todas horas tanto el añadido por nosotros mismos en nuestra
cocina como el que encontramos en los productos (a veces comprados
con conocimiento y a veces con desconocimiento por no leer el etiquetado).
Recientes
estudios han empezado a demostrar la asociación entre el consumo de
edulcorantes y un
mayor apetito, así como a un exceso de peso
y una alteración de nuestra microbiota
intestinal.
Desde mi punto de vista, el consumo de edulcorantes no es la solución
para “ingerir menos calorías ya que no consumimos azúcar”. ¿Hasta cuándo esa obsesión por contar
calorías? ¿Cuándo empezaremos a disfrutar de la comida
por su sabor verdadero o real, sin alterar con los aditivos artificiales que
lleva? ¿En serio te tranquiliza tomar un bollo con edulcorantes sólo por el
mero hecho de que es bajo en calorías y no lleva ese azúcar que tanto perjudica
la salud? Con eso parece que seguimos aún estancados, dándole más importancia a la
cantidad de calorías que a la calidad de las mismas.
Con esta reflexión, esperando influenciar en algunas mentes me despido
hasta el próximo día. ¡Feliz semana!
Realizado por Cristina Vallespín Escalada
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